¿Tú ves a este perro? Pues imagíname a mí; pero en gorda y con un gorro goteando sobre mis gafas y un anorak hasta los tobillos, chorreando entera, y los calcetines empapados dentro de mis botas.
Estas cosas te pasan cuando tu medio de transporte habitual es la bicicleta. Delfrac, mi gato no se ha atrevido ni a saludarme, ni a pedirme nada, y eso que traía en las alforjas su pienso, que siempre le excita, porque es un comitrón.
Pues nada, hasta que no me ha visto salir de la ducha bien seca, después de dejar toda la ropa que llevaba puesta tirada en el suelo en un charco de lluvia allí remanente, mi gato ni se me ha metido entre los pies, ni me ha dado la tabarra como generalmente hace. Yo creo que se ha dado cuenta de que la vida es dura, y de que hoy era un día de perros. Y que él vive tan ricamente, en casa como un pachá, mientras su dueña tiene que estar todo el día de aquí para allá aunque sea a pedir ¨fiao¨porque no hay un duro, hija. No hay un duro.
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