Mirad este cuadro detenidamente. Os lo pido no porque sea un cuadro mío. Os lo pido porque lo más bonito de este cuadro pintado hace más de 25 años es SU HISTORIA.
Nadie tendrá que venir a interpretarlo cuando, si acaso este óleo me sobrevive, alguien se atreve mañana a contar lo que se ve o la escena sugiere.
Lo contaré yo, la autora.
No es egolatría.
Seguro que la historia que hay detrás de este cuadro os gustará más aún que el cuadro en sí.
Es una pintura alegre. El estilo tirando a naif dirán muchos.
El reencontrarme con una pintura mía después de 17 años me ha hecho acordarme de cosas que ya había olvidado cuando mi hermano.... Hoy está en Valladolid este cuadro.
....Mi hermano dijo " Me gusta mucho". Y yo se lo dí. Porque a las buenas personas, a las personas simpáticas este cuadro les tiene que gustar sí o sí.
Lo pinté sita en la plaza del Espíritu Santo. Al fondo, cruzando la carretera empieza la calle Santa María, y a la izquierda se ve un poco de la plazoleta, o plaza del Marqués de Albaida. Los que son de Laredo reconocen el lugar.
Pero poca gente conoce a las personas que salen en este cuadro.
Esa mujer del primer plano, por ejemplo, gracias a la cual esta tela se hizo realidad, porque me impuso bajar a la calle y volver a pintar.
Yo tenía 29 o 30 años por entonces. Y había pintado desde niña, y era lo que me gustaba. Pero con 23 años, y teniendo que sacar adelante a dos hijos, cuyo padre casi me mata, y a quien no queriendo ver ni en pintura decidí no pedir nada, lo de pintar había pasado a segundo grado.
Y vino ella, Marta, de la que quizá alguna gente de Laredo se acuerde todavía. Aquí nació antes de la guerra, y aquí medio se crió hasta los doce, o trece años, cuando su madre, Josefa tuvo que verse en la obligación de mandarla fuera, a servir a una buena casa, y más que nada porque no pillara la tuberculosis enseñorada ya de su hogar, tuberculosis que se llevaría por delante a su pobre padre enfermo estando todavía en su juventud, y que contagiaría a sus dos hermanos más pequeños que ella. Fueron los tiempos de la postguerra.
Marta se casó joven, no sé si con 21 años, y ya no volvió más a Laredo, sólo de visita.
Pero se casó con un hombre malo, celoso, borracho, violento, pendenciero, machista. El cabrón ese que está ahí, siendo ya un viejales, con su cachaba en la plaza, en segundo plano. Él quiso que yo le pintara en el cuadro. Y fijaos que está posando y todo.
Yo estaba cuidando a la madre de Marta, a Josefa, que era madre también de Matías, de Tere y de Juani el herrero. Todos sobrevivieron a uno de los peores periodos de la historia de este país que es España. Y todos prosperaron, por su ingenio, por su trabajo, por su inteligencia, como mucha gente de su generación, y que ya van faltando. Pero ¿Quién te dice?
_ Aprovecha a que estoy aquí yo pasando unos días con mi madre. Y baja a la calle a pintar.
A mí me siguieron pagando el sueldo. Era un sueldo que además lo necesitaba.
_ Si te necesito ya te llamo, hija.
Cuando terminé el cuadro decidí meter a Marta en él en un lugar de honor: Una señora de 60 años trabajando y sirviendo toda la vida, maltratada por su marido, y al que en la vejez todavía cuidaba, después de haberle dado a él un jamacuco.
_ Todavía a veces, como que me quiere levantar la cachaba, y me amenaza. Pero que se atreva.
Todo eso me contaba mientras preparaba el mejor café del mundo, y yo me lo tomaba, ábida, después de una intensa sesión de pintura al aire libre.
La niña con el perro quiere representar a mi hija. Pero en realidad refleja mis ansias de salir, y guiando mis mejores instintos, recuperar un mucho de la libertad que había perdido, también por culpa de un hombre envidioso y violento.
El niño de la bicicleta es mi alter ego en la persona de mi hijo, observando la escena. Patricio de bicicleta no ha sido tanto como su madre; Pero si algo nos caracteriza a los dos, a madre e hijo, es lo observadores que somos. Él tiene mucho de mí, y yo tengo mucho de él. Hoy que tiene 31 años es más feminista que yo.
Marta ya murió hace unos años. Y si por algo quisiera que este cuadro permaneciera en el tiempo, es por ella, por la persona que lo inspiró.
Nadie tendrá que venir a interpretarlo cuando, si acaso este óleo me sobrevive, alguien se atreve mañana a contar lo que se ve o la escena sugiere.
Lo contaré yo, la autora.
No es egolatría.
Seguro que la historia que hay detrás de este cuadro os gustará más aún que el cuadro en sí.
Es una pintura alegre. El estilo tirando a naif dirán muchos.
El reencontrarme con una pintura mía después de 17 años me ha hecho acordarme de cosas que ya había olvidado cuando mi hermano.... Hoy está en Valladolid este cuadro.
....Mi hermano dijo " Me gusta mucho". Y yo se lo dí. Porque a las buenas personas, a las personas simpáticas este cuadro les tiene que gustar sí o sí.
Lo pinté sita en la plaza del Espíritu Santo. Al fondo, cruzando la carretera empieza la calle Santa María, y a la izquierda se ve un poco de la plazoleta, o plaza del Marqués de Albaida. Los que son de Laredo reconocen el lugar.
Pero poca gente conoce a las personas que salen en este cuadro.
Esa mujer del primer plano, por ejemplo, gracias a la cual esta tela se hizo realidad, porque me impuso bajar a la calle y volver a pintar.
Yo tenía 29 o 30 años por entonces. Y había pintado desde niña, y era lo que me gustaba. Pero con 23 años, y teniendo que sacar adelante a dos hijos, cuyo padre casi me mata, y a quien no queriendo ver ni en pintura decidí no pedir nada, lo de pintar había pasado a segundo grado.
Y vino ella, Marta, de la que quizá alguna gente de Laredo se acuerde todavía. Aquí nació antes de la guerra, y aquí medio se crió hasta los doce, o trece años, cuando su madre, Josefa tuvo que verse en la obligación de mandarla fuera, a servir a una buena casa, y más que nada porque no pillara la tuberculosis enseñorada ya de su hogar, tuberculosis que se llevaría por delante a su pobre padre enfermo estando todavía en su juventud, y que contagiaría a sus dos hermanos más pequeños que ella. Fueron los tiempos de la postguerra.
Marta se casó joven, no sé si con 21 años, y ya no volvió más a Laredo, sólo de visita.
Pero se casó con un hombre malo, celoso, borracho, violento, pendenciero, machista. El cabrón ese que está ahí, siendo ya un viejales, con su cachaba en la plaza, en segundo plano. Él quiso que yo le pintara en el cuadro. Y fijaos que está posando y todo.
Yo estaba cuidando a la madre de Marta, a Josefa, que era madre también de Matías, de Tere y de Juani el herrero. Todos sobrevivieron a uno de los peores periodos de la historia de este país que es España. Y todos prosperaron, por su ingenio, por su trabajo, por su inteligencia, como mucha gente de su generación, y que ya van faltando. Pero ¿Quién te dice?
_ Aprovecha a que estoy aquí yo pasando unos días con mi madre. Y baja a la calle a pintar.
A mí me siguieron pagando el sueldo. Era un sueldo que además lo necesitaba.
_ Si te necesito ya te llamo, hija.
Cuando terminé el cuadro decidí meter a Marta en él en un lugar de honor: Una señora de 60 años trabajando y sirviendo toda la vida, maltratada por su marido, y al que en la vejez todavía cuidaba, después de haberle dado a él un jamacuco.
_ Todavía a veces, como que me quiere levantar la cachaba, y me amenaza. Pero que se atreva.
Todo eso me contaba mientras preparaba el mejor café del mundo, y yo me lo tomaba, ábida, después de una intensa sesión de pintura al aire libre.
La niña con el perro quiere representar a mi hija. Pero en realidad refleja mis ansias de salir, y guiando mis mejores instintos, recuperar un mucho de la libertad que había perdido, también por culpa de un hombre envidioso y violento.
El niño de la bicicleta es mi alter ego en la persona de mi hijo, observando la escena. Patricio de bicicleta no ha sido tanto como su madre; Pero si algo nos caracteriza a los dos, a madre e hijo, es lo observadores que somos. Él tiene mucho de mí, y yo tengo mucho de él. Hoy que tiene 31 años es más feminista que yo.
Marta ya murió hace unos años. Y si por algo quisiera que este cuadro permaneciera en el tiempo, es por ella, por la persona que lo inspiró.
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