VICISITUDES DE UNA DIÓGENES DE HOY EN DÍA
CUENTO EN TRES CAPÍTULOS. EL CASO DEL MILITAR Y DE LA MESA QUE NO ERA DE IKEA
Mirad, fijaos, os lo digo porque no miráis la cantidad de residuos que generamos hoy en día.Y lo que más me encorajina es que tanto a mi como a otras personas que nos preocupamos por dar salida a tanto plástico y papel, y ropa y zapatos desechados, y envases, y más envases nos miren como si estuviéramos locos, y en familia nos traten de algo peor. Dejadme que os cuente un cuento, o más que cuento, historia de cada día. en primera persona. Lo sé de mi primera mano; y como lo narró la afectada en una de nuestras reuniones de terapia para incomprendidos así lo he de contar yo, sin que falten pelos ni señales.
EMPIEZO:
CAPÍTULO I
Dicen luego por ahí de mí que tengo Diógenes, manera común a la que se refiere la gente de andar por casa a un trastorno que a quien lo sufre le da por acumular objetos, cuando resulta que el auténtico Diógenes fue un filósofo cínico que vivía sin nada, andaba desnudo y se guarecía en un barril.
Yo intento ordenar mi vida, lo cual es casi siempre paralelo a ordenar tu espacio, o al menos debería de serlo. El problema surge cuando ese espacio es compartido, y siempre lo es. y luego hay otras personas en el entorno, ciertas personas como mi hijo y mi madre,por ejemplo, los cuales siempre se alcahuetan para dejarme a mí mal. Y estoy hasta las narices, y un día va a pasar gorda. Así que la labor de ordenar no sólo es ardua si no que termina siendo imposible. Por lo que quizá, para poder hallar uno ese orden que busca debería empezar no ya por eliminar a esas personas, lo que suena un poco psicópata, si no por prescindir de ellas, y si hace falta se prescinde lo mismo de un hijo que de una madre, que la mía no es que esté senil, con ochenta años, es que en la vida la he podido soportar.
Conocido es el conflicto que muchas madres e hijas viven en la lucha por marcar el territorio..." Que si esa sartén iba a utilizarla ahora mismo, etc.." Pero cuando esa competencia que en principio se ha ido seleccionando a través de miles de años de evolución, cuando esa competencia está en un tris de terminar con un sartenazo, o desemboca en conflictos que ya rayan la locura, digo yo que si seguimos hablando de problemas y no encontramos el momento para hallar una solución, sólo terminará poniendo alguno o alguna tierra de por medio, y no me refiero a enterrar ningún cadáver. Dios no lo quiera.
Sin embargo, ni el sistema, ni la crisis actual lo facilita, o quizá sí y yo todavía no me he enterado de cómo. La sociedad me dirá: ¡Una madre es una madre, mira cómo la tratas! ¡Pero cómo vas a echar a tus hijos de casa!
Pues sí, lo confieso. La evolución de la especie me empuja a ello, atener deseos de que mis hijos se larguen de casa de una vez por todas. ¿Cómo si no podrá la humanidad colonizar Marte? ¿No lo dijo Jeová, que nuestra descendencia sería más numerosa que las estrellas, pues a algún planeta, o galaxia lejanos se tendrían que ir a vivir. Digo yo. Bueno para ellos y bueno para mí. Estoy harta de que no agradezcan el que en mi casa tengan a su disposición tres mesas de tamaño diferente, catorce sillas distintas, seis camas, un sofá cama, dos butacones con reposa pies, y todo estudiado para tener enchufada su tablet, o el smart phone o el pc cerca; para alcanzar el salero y la vinajera con sólo estirar un brazo. Porque se lo crean o no, lo tengo todo bien estudiado. Porque me gusta que mi casa sea un bosque, un pequeño país por donde poder viajar y encontrar cosas, la mayoría sin valor, lo reconozco; pero otras deliciosas como los libros que me hicieron soñar en mi infancia.. Y estoy harta, harta de ser la única que limpia, y tira la basura, aquí lo mismo que en casa de mi madre, y que luego tengan el morro de decir que nunca tiro nada.. Pero¿Porqué me critican? ¿Por no ser rica? ¿Por no haber podido comprar un chalé? Si tanto la bañera como la ducha están en uso. Todo está en uso, cada objeto o mueble es accesible o practicable. ¿Cómo se atreven a juzgar si estoy bien o mal de la cabeza?
Se me estropeó la nevera; pues ya tengo armario. Me costó dinero llamar a un técnico que retirara el motor con garantías de que no hubiese escape de ese gas refrigerante tan tóxico para el medio ambiente. El hombre se vino a casa con el descompresor. ¿Quién me lo agradece? ¡La madre naturaleza! Perdona, pero a mí no me causa ninguna satisfacción ir de guay en plan floripondias en el pelo y soy muy feliz, cuando no veo más que caras largas a mi alrededor. Además están las vecinas que se atreven a criticarme con que tengo mi casa abarrotada de cosas porque no tiro nada, o casi nada, y luego todavía me llaman y me vienen para decirme con tres bolsas de comunidad llenas de juguetes para mi nieta, que si las quiero, después de limpiar y despejar su piso, y hasta tienen el atrevimiento de dejarme una bolsa con zapatos viejos a la puerta.
De todos modos, y en base a que pudiera bien ser yo quien fallase, me pregunto si seré una inadaptada, y no me he dado cuenta todavía. Pero a veces siento, siento como una posesión, y por poner un objeto en mi vida, por poder contemplarlo y poseer, por tenerlo a mi alcance, no sé lo que haría. Siento una impotencia tremenda, mayúscula, y siento que hasta los seres queridos, que ya no son tan queridos por otra parte, y que tengo que decir que cada segundo que pasa y más me llevan la contraria menos queridos son, pues eso, que me estorban y que en el lugar que me ocupan en casa, no sé, pondría yo, aunque sea unas macetas.
continuará...
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