VICISITUDES DE UNA DIÓGENES
...............CAPÍTULO IV...................
EL CASO DEL MILITAR Y LA MESA QUE NO ERA DE IKEA
INDAGACIONES
Como nadie me ha dado razones plausibles de lo que le ha ocurrido a mi mesa y la maldad más abyecta y proterva podía leerse en el rostro de mi hermana mientras decía cosas como esta: "La miré un poco así, y como no se podía desplegar la dejé en el portal " seguí inquiriendo explicaciones.
_ A las cinco de la tarde, un domingo de agosto, que casi nadie pasa por esta calle..,¿Cómo es posible que una mesa de mediometro de diametro y madera de pino soriano, maciza ella, desaparezca sola ? Ya sé que tiene patas_ añadí irónica_ pero caminando ella sola no puede haberse ido muy lejos. Sólo hay que verte la cara Carolina. Has sido tú, solo por joderme la vida. La has echado un vistazo, y como no era comprada en ikea, y era antigua, no te ha gustado, y a la basura con ella.
Todo esto concluí mientras mi hermanita me miraba fijamente, ella no hablaba, sólo me miraba, como esperando mi punto de ebullición. Bueno, miento; masculló una frasecita.
_ ¿Te crees que estoy yo para arrastrar, yo sola, una mesa como esa?
_ Que no te gustaba a ti..._ añadí.
Torció su morro arrugado, de de visón, por cierto un animalejo bastante peligroso...Y cerró su frasecita.
_ Sí, después de venir de la fábrica, cansada como estaba.
_Más cansada estoy yo de la vida y de todos vosotros. Con decírselo a tu hijo. "Julián saca ese armatoste a la basura." dije parodiándola. Y con la misma insistí. ¿Me dices o no me dices lo que ha pasado con la mesa? Confiésalo. ¡De una puta vez! ¡Joder!
Carolina, como buena COCINERA, por cierto que esa mesa la habría venido fantásticamente bien; porque podías hacer con ella lo que quisieras, que lo habría resistido, enharinarla, amasar, golpear con la masa, machacar el mortero en cima, y que servía a parte para otras funciones: planchar por ejemplo; pero como en casa de mi madre no se plancha. Luego con pasarle un poco de lejía quedaba con un brillo mate, de su color natural, preciosa. Antes de planchar en una mesa hay que limpiarla bien primero, eso desde luego; Pero como en esta casa hay que explicarlo todo.
Pero yo lo que quería decir era otra cosa, quería decir que CAROLINA como BUENA COCINERA sabía que mientras se le diera vueltas al tema, y mejor si era yo la que daba las vueltas, no se quemaría el pastel, y mi punto de ebullición seguiría controlado. Por roja que me pusiera ni explotaría la caldera, ni se derramaría la masa.
Carolina nació rellena de una flema que se mueve al ritmo del helado bien hecho, es una especie de lava fría que tiene su peligro, lo mío es más como un geiser. Cuando se me conoce, por más que quiera que todo el mundo se ponga a temblar y haga lo que yo digo ( esta payasa por ejemplo) alguien me contempla totalmente impasible, lo que quiere decir que han aprendido a convivir con una fuerza de la naturaleza que puede parecer amenazadora; y que sin embargo, por el contrario, hay quien le saca su partido. Carolina es de esos seres que aprovecharía , dado el caso, las periódicas erupciones de un géiser para calentar su casita, o como fuerza motora para mover algo ya que ella no se mueve, no sé, cualquier cosa. ¿Una mesa, por ejemplo?
Todavía no había empezado a dar patadas al suelo, porque ya tengo una edad, y no me queda otra que empezar a controlarme.
_ Quiero saber lo que ha pasado con mi mesa, maldita zorra..._ Canturreé.
_ Yo sólo sé que se quedó en el portal, después de que esos amigos tuyos la trajeran, y yo acababa de llegar de la fábrica y estaba cansada.
_ Jorge mismo te habría subido la mesa a casa.
_ ¡Ya! Habían aparcado en la esquina, casi en cima del paso peatonal, y les iba a decir yo que me subieran esa mesa a casa. Además, a tí ¿Quién te ha mandado traer una mesa a casa de mamá? ¿Se lo has preguntado a tu madre, si la quería, o te dedicas a quitarte los trastos que te estorban en casa y se los traes a mamá? Esta casa no es un guarda muebles ¿Lo sabes?
A veces, cuando uno empieza a controlarse a si mismo, se consigue que el otro haga hueco por fin para su palabrería...Muy bien. En esta ocasión, ya le empezaba yo a ver el plumero a Carolinita.
_ A mamá no le pregunto nada...
_ Yo lo que no quiero es más trastos en esta casa_ interrumpió mi madre que andaba por allí dando vueltas, del baño a su habitación, del pasillo a la cocina, y que no perdía hebra del hilo que llevaban mis indagaciones, aunque se estuviera haciendo la sueca. Por cierto, ahí es cuando me percaté de que esta señora tenía que saber algo. Las dos se habían confabulado para joderme a mí la vida. Corrijo, están ya confabuladas hace muchísimo tiempo.
_ A ver mamá_ empecé en tono magistral._ No me molesto en preguntarte nada porque eres una inmovilista, eso lo primero_ Y lo segundo y más importante es que en la sala del piano, la habitación del balcón, se necesita ¡Una puta mesa! A ver si os enteráis.
_ Porque tú lo digas_ dijo mi madre.
_ ¡No hija, no!_ Era yo la que hablaba, no mi madre. Hago esta aclaración porque bien cierto es que a vece llamo hija a mi propia madre....Una vez me corrigieron porque se supone una incorrección llamar hija a tu madre; pero como ya me expliqué en aquella ocasión: se supone que mi madre es también hija de alguien, y no sé porqué en ciertas e indeseables circunstancias tendemos a acordarnos de la madre del interlocutor._ Es el sentido común, que en esta casa parece que falta, y que estoy hasta las narices. Es el sentido del orden el que está pidiendo a gritos una mesa camilla en esa habitación.
_ Y tiene que ser camilla, como si no hubiera mesa en esta casa. Mira, ahí tienes una bien hermosa._ Y con la misma señaló mi madre la de la cocina.
_ A ver_ volví a decir mientras tomaba una bocanada de mi propio anhídrido carbónico, lo soltaba, rebajaba un poco de presión, y tomaba soltura para desenvolverme mejor con un tono más bajo, explicativo, en un ambiente, bastante reacio, por cierto, a explicación ninguna._ Cuando tu hija recoge la colada, la ropa tendida que tiene en el balcón ¿qué hace con ella? ¿No es cierto que tiene la odiosa costumbre de acumularla en cima del diván, una colada en cima de otra, para que luego vaya mi sobrinita con su tablet, o con su móvil, la bigarda de tu nieta,¡que no te enteras mamá! Y se recueste allí, así debe de ser que se encuentra el diván bien mullido, o quizá sea una nueva manera de planchar la ropa_ añadí sardónica._ Horas y horas se tira esa tipa recostada sobre la ropa limpia que su madre nunca pliega, y nunca guarda en los armarios, porque resulta que hay más ropa que armarios en esta casa, que ese es otro problema.
_ Ahora traes un armario también._ Puntualizó mi señora madre, la que tampoco es de las que se queda satisfecha si no dice la última palabra.
_ Y tú te deshaces de él como una zorra, lo mismo que habéis hecho con una mesa que por cierto era mía. ¡Es mía! ¡Y ha desaparecido!_ Grité ya harta_ ¡Ahora mismo voy a la policía!
_ ¡Ya está esta mujer con la policía!_ Protestó mi madre, y volvió a marcharse para su habitación mientras resoplaba por la nariz_ No va a parar hasta que no salgamos en los quintos periódicos, como siempre. ¿Es esta casa suya? Tiene que gobernarlo todo_rezongaba mientras yo, retomando mi punto de equilibrio intentaba razonar con mi hermana, la cual seguía en el sofá, desinflada como siempre, y con sus tobillos hinchados sobre un taburete, eso sí, sin quitarme su mirada inquisidora de en cima.
_ Pero a ver, Carolina. ¿Es que no lo entiendes? Las mesas camillas llevan una falda , o faldón, o como quieras llamarlo, y ahí debajo metes la cesta de la ropa, y todo lo que quieras, y no estorba y no queda a pública subasta, osea que no se ve. ¿Que no te da tiempo de dejar la ropa plegada o de planchar? Pues haces lo que hace todo el mundo que es un poco listo, hay que ser más hacendosa ¿me entiendes? Pues lo coges en un brazado y lo metes debajo del faldón de la mesa, y no que luego venga tu hija y plante su culo en cima....
La miré. Tenía cara de cansada, como siempre. Me callé un momentito, a ver si respondía a algún tipo de estímulo; pero no. Ya nació así. Ya de pequeñita era igual, podía estar tres horas en la misma postura. Por cierto que se lo comenté a mi madre en su momento, que es la infancia cuando hay que resolver ciertas cosas para prevenir problemas futuros más que nada, que la llevara al médico; pero ni se ocupó. No creo que sea muy normal que una niña de tres años se esté sentada en el mismo sitio más de quince minutos seguidos. Carolina podía estar así más de tres horas ¡Con tres años!_ Para mi madre lo que no era normal era lo mío, que no paraba quieta un momento y que no dejaba vivir a la gente. Parece que la aptitud de Carolina era la deseable, donde la dejabas instalada, allí te la encontrabas tres horas después. No daba problemas, se comportaba lo mismo que si fuera un mueble. Creo que este conflicto de pareceres generó el que mi necesidad de cambio derivara en una obsesión. Ya que las personas no se movían, y ya que sería violento dar empujones a la gente inmoble, habría que mover los otros objetos del entorno para dar al menos la sensación de que algo ha cambiado, digo yo....
Suspiré. Mi mesa seguía sin aparecer, y al parecer nadie sabía nada. Y no parecía que ninguna amenaza diera resultado. ¿Y si iba a la policía municipal? En serio. ¿Me harían caso?
Todo esto concluí mientras mi hermanita me miraba fijamente, ella no hablaba, sólo me miraba, como esperando mi punto de ebullición. Bueno, miento; masculló una frasecita.
_ ¿Te crees que estoy yo para arrastrar, yo sola, una mesa como esa?
_ Que no te gustaba a ti..._ añadí.
Torció su morro arrugado, de de visón, por cierto un animalejo bastante peligroso...Y cerró su frasecita.
_ Sí, después de venir de la fábrica, cansada como estaba.
_Más cansada estoy yo de la vida y de todos vosotros. Con decírselo a tu hijo. "Julián saca ese armatoste a la basura." dije parodiándola. Y con la misma insistí. ¿Me dices o no me dices lo que ha pasado con la mesa? Confiésalo. ¡De una puta vez! ¡Joder!
Carolina, como buena COCINERA, por cierto que esa mesa la habría venido fantásticamente bien; porque podías hacer con ella lo que quisieras, que lo habría resistido, enharinarla, amasar, golpear con la masa, machacar el mortero en cima, y que servía a parte para otras funciones: planchar por ejemplo; pero como en casa de mi madre no se plancha. Luego con pasarle un poco de lejía quedaba con un brillo mate, de su color natural, preciosa. Antes de planchar en una mesa hay que limpiarla bien primero, eso desde luego; Pero como en esta casa hay que explicarlo todo.
Pero yo lo que quería decir era otra cosa, quería decir que CAROLINA como BUENA COCINERA sabía que mientras se le diera vueltas al tema, y mejor si era yo la que daba las vueltas, no se quemaría el pastel, y mi punto de ebullición seguiría controlado. Por roja que me pusiera ni explotaría la caldera, ni se derramaría la masa.
Carolina nació rellena de una flema que se mueve al ritmo del helado bien hecho, es una especie de lava fría que tiene su peligro, lo mío es más como un geiser. Cuando se me conoce, por más que quiera que todo el mundo se ponga a temblar y haga lo que yo digo ( esta payasa por ejemplo) alguien me contempla totalmente impasible, lo que quiere decir que han aprendido a convivir con una fuerza de la naturaleza que puede parecer amenazadora; y que sin embargo, por el contrario, hay quien le saca su partido. Carolina es de esos seres que aprovecharía , dado el caso, las periódicas erupciones de un géiser para calentar su casita, o como fuerza motora para mover algo ya que ella no se mueve, no sé, cualquier cosa. ¿Una mesa, por ejemplo?
Todavía no había empezado a dar patadas al suelo, porque ya tengo una edad, y no me queda otra que empezar a controlarme.
_ Quiero saber lo que ha pasado con mi mesa, maldita zorra..._ Canturreé.
_ Yo sólo sé que se quedó en el portal, después de que esos amigos tuyos la trajeran, y yo acababa de llegar de la fábrica y estaba cansada.
_ Jorge mismo te habría subido la mesa a casa.
_ ¡Ya! Habían aparcado en la esquina, casi en cima del paso peatonal, y les iba a decir yo que me subieran esa mesa a casa. Además, a tí ¿Quién te ha mandado traer una mesa a casa de mamá? ¿Se lo has preguntado a tu madre, si la quería, o te dedicas a quitarte los trastos que te estorban en casa y se los traes a mamá? Esta casa no es un guarda muebles ¿Lo sabes?
A veces, cuando uno empieza a controlarse a si mismo, se consigue que el otro haga hueco por fin para su palabrería...Muy bien. En esta ocasión, ya le empezaba yo a ver el plumero a Carolinita.
_ A mamá no le pregunto nada...
_ Yo lo que no quiero es más trastos en esta casa_ interrumpió mi madre que andaba por allí dando vueltas, del baño a su habitación, del pasillo a la cocina, y que no perdía hebra del hilo que llevaban mis indagaciones, aunque se estuviera haciendo la sueca. Por cierto, ahí es cuando me percaté de que esta señora tenía que saber algo. Las dos se habían confabulado para joderme a mí la vida. Corrijo, están ya confabuladas hace muchísimo tiempo.
_ A ver mamá_ empecé en tono magistral._ No me molesto en preguntarte nada porque eres una inmovilista, eso lo primero_ Y lo segundo y más importante es que en la sala del piano, la habitación del balcón, se necesita ¡Una puta mesa! A ver si os enteráis.
_ Porque tú lo digas_ dijo mi madre.
_ ¡No hija, no!_ Era yo la que hablaba, no mi madre. Hago esta aclaración porque bien cierto es que a vece llamo hija a mi propia madre....Una vez me corrigieron porque se supone una incorrección llamar hija a tu madre; pero como ya me expliqué en aquella ocasión: se supone que mi madre es también hija de alguien, y no sé porqué en ciertas e indeseables circunstancias tendemos a acordarnos de la madre del interlocutor._ Es el sentido común, que en esta casa parece que falta, y que estoy hasta las narices. Es el sentido del orden el que está pidiendo a gritos una mesa camilla en esa habitación.
_ Y tiene que ser camilla, como si no hubiera mesa en esta casa. Mira, ahí tienes una bien hermosa._ Y con la misma señaló mi madre la de la cocina.
_ A ver_ volví a decir mientras tomaba una bocanada de mi propio anhídrido carbónico, lo soltaba, rebajaba un poco de presión, y tomaba soltura para desenvolverme mejor con un tono más bajo, explicativo, en un ambiente, bastante reacio, por cierto, a explicación ninguna._ Cuando tu hija recoge la colada, la ropa tendida que tiene en el balcón ¿qué hace con ella? ¿No es cierto que tiene la odiosa costumbre de acumularla en cima del diván, una colada en cima de otra, para que luego vaya mi sobrinita con su tablet, o con su móvil, la bigarda de tu nieta,¡que no te enteras mamá! Y se recueste allí, así debe de ser que se encuentra el diván bien mullido, o quizá sea una nueva manera de planchar la ropa_ añadí sardónica._ Horas y horas se tira esa tipa recostada sobre la ropa limpia que su madre nunca pliega, y nunca guarda en los armarios, porque resulta que hay más ropa que armarios en esta casa, que ese es otro problema.
_ Ahora traes un armario también._ Puntualizó mi señora madre, la que tampoco es de las que se queda satisfecha si no dice la última palabra.
_ Y tú te deshaces de él como una zorra, lo mismo que habéis hecho con una mesa que por cierto era mía. ¡Es mía! ¡Y ha desaparecido!_ Grité ya harta_ ¡Ahora mismo voy a la policía!
_ ¡Ya está esta mujer con la policía!_ Protestó mi madre, y volvió a marcharse para su habitación mientras resoplaba por la nariz_ No va a parar hasta que no salgamos en los quintos periódicos, como siempre. ¿Es esta casa suya? Tiene que gobernarlo todo_rezongaba mientras yo, retomando mi punto de equilibrio intentaba razonar con mi hermana, la cual seguía en el sofá, desinflada como siempre, y con sus tobillos hinchados sobre un taburete, eso sí, sin quitarme su mirada inquisidora de en cima.
_ Pero a ver, Carolina. ¿Es que no lo entiendes? Las mesas camillas llevan una falda , o faldón, o como quieras llamarlo, y ahí debajo metes la cesta de la ropa, y todo lo que quieras, y no estorba y no queda a pública subasta, osea que no se ve. ¿Que no te da tiempo de dejar la ropa plegada o de planchar? Pues haces lo que hace todo el mundo que es un poco listo, hay que ser más hacendosa ¿me entiendes? Pues lo coges en un brazado y lo metes debajo del faldón de la mesa, y no que luego venga tu hija y plante su culo en cima....
La miré. Tenía cara de cansada, como siempre. Me callé un momentito, a ver si respondía a algún tipo de estímulo; pero no. Ya nació así. Ya de pequeñita era igual, podía estar tres horas en la misma postura. Por cierto que se lo comenté a mi madre en su momento, que es la infancia cuando hay que resolver ciertas cosas para prevenir problemas futuros más que nada, que la llevara al médico; pero ni se ocupó. No creo que sea muy normal que una niña de tres años se esté sentada en el mismo sitio más de quince minutos seguidos. Carolina podía estar así más de tres horas ¡Con tres años!_ Para mi madre lo que no era normal era lo mío, que no paraba quieta un momento y que no dejaba vivir a la gente. Parece que la aptitud de Carolina era la deseable, donde la dejabas instalada, allí te la encontrabas tres horas después. No daba problemas, se comportaba lo mismo que si fuera un mueble. Creo que este conflicto de pareceres generó el que mi necesidad de cambio derivara en una obsesión. Ya que las personas no se movían, y ya que sería violento dar empujones a la gente inmoble, habría que mover los otros objetos del entorno para dar al menos la sensación de que algo ha cambiado, digo yo....
Suspiré. Mi mesa seguía sin aparecer, y al parecer nadie sabía nada. Y no parecía que ninguna amenaza diera resultado. ¿Y si iba a la policía municipal? En serio. ¿Me harían caso?
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