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 Podemos hablar de la Memoria y de La desmemoria. Dijo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana que quien olvida su historia está condenado a repetirla. Me refiero a La Ley de Memoria Histórica, a hacernos recordar hasta la saciedad por ley, que es algo así como decir que se pretende que sigamos recordando a la fuerza. Y oímos una y otra vez de los agravios. 

  Me pase parte de la niñez y luego la adolescencia oyéndole a mi madre hablar de los represaliados, de los mártires de la guerra como ella decía, de un bando. Y ahora tengo por fuerza cada vez que salto de canal y caigo en cualquiera de los canales del Estado que oír la historia, según algunos no dicha, ni contada del otro bando. Pero ¿Porqué no hablar de LA MEMORIA DE LA RECONCILIACIÓN? ¿Porqué no hablar de LA MEMORIA DE LA PAZ? ¿Tanta vergüenza nos da? 

   Dios quiera que si de algún modo nos hemos olvidado de haber visto a nuestros padres y abuelos, aquellos que vivieron el horror de una guerra y que padecieron de verdad sus consecuencias, de haberlos visto besarse y pedirse perdón por los crímenes que sus padres cometieron, de haberlos visto asociarse y trabajar juntos no sólo en un precioso proyecto de DEMOCRACIA, si no en mil negocios y sociedades, de haberlos visto incluso casarse, al hijo del anarquista con la hija del fascista, a la hija de aquella mujer soltera republicana a la que raparon el pelo con el hijo de la más beata del pueblo, de haber visto todo esto y que ahora no parezca nadie recordarlo, sea, Dios lo quiera, porque estamos amnésicos y por efecto de uno de los fenómenos del llamado Eterno Retorno, abocados siempre a la reconciliación. Porque los hombres podemos vivir sin memoria; Pero sin AMOR, no.  

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