PELOS Y SEÑALES Y UNAS GAFAS DE VIAJE
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¡Mamá
quiero que me lleves a Cabárceno!_ gritó un niño de unos ocho años
irrumpiendo como un ciclón en la peluquería de su madre._ Soy el
único de clase que no ha estado todavía en Cabárceno.
_ ¿Te parece poco las vacaciones que te he prometido este año?
_ ¡A la Rivera Maya! ¡Bah! Paso. Yo quiero ver leones.
_ No estás tú hecho poco león.
El niño con su cara llena de coloretes y en chándal azul marino tiró en cima de las coquetas butacas de la zona de espera la pesada mochila que traía de la escuela .
_ ¡Te he dicho mil veces que no arrojes así tus cosas! Recoge la mochila ahora mismo, y te esperas dentro haciendo los deberes antes de comer.
_ ¡Pero si acabo de salir de la escuela!_ Protestó el infante.
_ Me da lo mismo.
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Hola Buenos días Señora. Pase usted por favor.
_ Buenos días._ Entraba en ese momento una mujer vestida muy formalmente, metidita en carnes, y de unos cincuenta años.
_ Usted dirá Señora que es lo que quiere hacerse.
_ Lavar y marcar. Aunque quizá también un poco las puntas.
Loli la peluquera echó la mirada hacia atrás para comprobar si su hijo había obedecido sus órdenes. En ese momento la chica que la ayudaba acababa de entrar con una bolsa de la frutería en la mano_ Había granadas, así que las he comprado como me pediste Loli. Y aquí tienes las llaves del coche. Mira que me hago un lío con tanto coche aparcado ahí fuera._ Dijo.
_ Pues si ya te he dicho que tenía el coche aparcado en frente de la agencia de viajes. Habrás cerrado bien las puertas supongo.
_ Sí. No te preocupes. Aquí están las botas de futbol de Nicoló._ Respondió la chica. Y con la misma cogió la mochila del crío, se la daba al niño, y cerraba la puerta de la trastienda detrás suyo. Por la cuenta que le traía tendría el pequeño que cumplir antes del entrenamiento de los viernes en el campo de futbol, con las exigencias de su madre. Lo primero: escurrir el bulto delante de personas desconocidas. Y no tenía otra que hacer los deberes, porque en la trastienda no había televisión.
_ Pase por aquí por favor. Aquí mismo puede dejar el bolso.
La clienta llevaba también, puestas, un par de gafas de lo más llamativo._ Mientras lavamos puede usted dejar las gafas sobre la repisa. Aquí_ señaló Loli el borde que recorría toda la parte inferior del amplio espejo corrido de pared a pared_ donde luego pasaré a peinarla.
_ Gracias_ dijo la clienta haciendo lo pertinente y con la misma se sentó a la parte de los lavabos.
_ Ya la lavo yo misma._ Y tú Amapola, puedes seguir con lo que estabas haciendo.
La asistente siguió limpiando, y ordenando tarros en los carros auxiliares.
El
agua estaba muy templadita. La clienta sintió un delicioso descanso
bajo los expertos dedos de Loli la peluquera. El masaje era
relajante.
_
Tiene usted el pelo muy limpio, y muy buen pelo._ comentó la
entendida.
_ Gracias_ respondió la clienta.
_ Y dígame. ¿La conozco yo a usted o es la primera vez que viene por mi peluquería?
La cliente sonrió ante la pregunta.
_ ¡Que tonta soy! ¡Hago cada pregunta!_ resolvió decir sobre la marcha Loli, Loli, que era pura relaciones públicas._ Indudablemente por mucha clientela que tenga me acordaría de usted.
_ Lo supongo_ asintió la desconocida._ Le diré de todos modos que me han hablado muy bien de su establecimiento.
_ Me siento halagada.
_He
terminado con las baldas Loli.
_ Échame una mirada a Nicoló, hija.
La joven abrió la puerta de la trastienda, y un "¡Qué!" enfurruñado salió de un niño más enfurruñado todavía.
_ ¿Quieres que te ayude con los deberes Nicoló?_ Preguntó la joven.
_ No Amapola. Los tiene que hacer solo. Dile que se coma la fruta.
Amapola volvió a cerrar la puerta. Y retiró la toalla húmeda.
La cliente ya estaba sentada ante el espejo, y Loli empezaba a peinarla.
_ ¡Qué nervio tiene tu hijo! Loli.
_ Pues como la madre. Quien a lo suyo sale honra merece.
Y la madre satisfecha como se sentía tuvo incluso necesidad de tomar distancia de sus propios afectos usando la tercera persona para referirse a sí misma.
_
Hasta que no le lleves a Cabárceno
no
va a parar.
_ Y usted Señora, dígame ¿Es de muy lejos? ¿Cómo es que ha recalado por aquí?
_ Un poco por motivos de mi trabajo, y otro poco por placer.
_ Pues es usted de las afortunadas. Supongo que será usted comercial. Lleva usted una imagen impecable y muy actual.
_ Gracias.
_ A mí, me encanta viajar._ Suspiró Loli._ Estaría viajando todo el día.
_ Supongo que ser comercial es una manera de vivir._ Comentó Amapola_ Pero a veces echará usted de menos su casa.
_ Un poco.
_ Tengo un amiga que es comercial, y lo más pronto que llega a casa será sobre las diez de la noche.
_ Es lo que tiene.
_ Pues yo nunca me cansaría de conducir_ Insistió Loli.
_ Supongo que a todos nos atrae lo opuesto a lo que hacemos todos los días._ Sugirió Amapola.
_ Tú nunca viajas. Has viajado muy poco. Y no entiendes lo que se siente. No entiendes lo que quiero decir. Yo te estoy hablando de libertad. Claro que para ser libre hay que ser más lanzada en esta vida.
_ Bueno, supongo que todos tenemos que adaptarnos. No nos queda otra. Pero yo insisto.Prefiero otra manera de viajar, una con más sosiego._ respondió una joven diplomada escoba en mano.
_ ¿Cuál? ¿La del pobre? _Insinuó la peluquera dejando las tijeras y poniendo en marcha el secador. Algo que molestó a la joven, aunque ya estaba acostumbrada al trato jefa-empleada, empleada-jefa.
Loli la peluquera tiraba ahora, cepillo en ristre, hacia arriba, de los mechones de la única clienta, que casi al mediodía había asomado esa mañana por allí, y eso que era viernes; Pero la temporada de comuniones todavía no había empezado, y para el mes de las bodas aún faltaban semanas. _Televisión y un buen sofá. Esa es la forma más barata de viajar. La de los pobres que dicen que leen mucho, y con eso les basta. ¿No le parece señora? _ La peluquera hablaba a voz en cuello para hacerse audible por encima del runrún del secador y resultar amena a sus clientas. Pero la extraña clienta, la cual sonreía todo el rato, y que había entrado con un par de gafas un tanto extravagantes que permanecían en aquel momento apoyadas en la repisa, no contestó.
Tan familiar por otra parte, y con un buen pelo, mujer de unos cincuenta años, vestida y calzada con buen gusto. Lo de las gafas no dejaba de ser chocante_ pensaba Loli. _Para carnaval ¡vaya!; Pero para la vida normal… Y pintas de viajante tenía...
Loli no se desanimó, y confiada en su fresco desparpajo siguió con su tema preferido.
_ A mí me encanta viajar. ¿Para qué si no, está una todo el día trabajando? Mientras me lo pueda permitir, ese es el único lujo que me doy.
_ Tienes un hijo que sacar adelante. _Respondió la clienta por fin. Si que debía de conocerla; Pero en aquel momento no caía la peluquera en quién podría ser.
_ Y una hipoteca, como todo el mundo. Pero viajar es mi único vicio_ Suspiró Loli. _Y será difícil quitarme de él. Mi ayudanta tendrá que contarme el secreto de viajar de otra manera. Gasto demasiado dinero. Este invierno estuve en Sudáfrica. ¡Qué playas! Y ¡Qué paisajes! Me tiré quince días sin salir de la playa, justo en frente del hotel… ¡Qué delicia!
_ Yo no le veo el gusto_ murmuró su joven ayudante. Para estar a la brasa todo el día, lo mismo te sirve la terraza de tu casa.
_ No digas tonterías. ¡Vas a comparar! De todos modos, tú sí que disfrutarías practicando el inglés. Mira por dónde. Yo no sé hablar inglés. Pero tú sí.
Y el secador rula que rula…
_ Ya. _ Dijo tímidamente la muchacha_ Pero tengo miedo al avión.
_ Será entonces por eso que viajas en sueños. Quien hambre tiene con pan sueña.
_ No me refería a viajar en sueños. _ Dijo la joven. Y con la misma acercó una sillita baja y un carrito lleno de cachivaches a la clienta, y se ofreció a hacerle a ésta la manicura.
_ A mí_ continuó_ Lo que me gusta es leer. _Una vez la clienta eligió un esmalte rosa claro azulado para sus uñas, la joven levantó los ojos hacia su jefa. _ Dime ¿Qué medio de transporte hay que te permita viajar en el espacio y el tiempo? _ Le preguntó.
Y con la misma se puso cuidadosamente a su tarea.
Loli, su jefa, se quedó sin palabras ¿Qué era eso de viajar en el tiempo? ¿Qué tontería era aquella?
_ Cuando leo, viajo además, través de la historia_ continuó Amapola._ Incluso me siguen gustando los buenos cuentos de hadas, aunque parezca infantil.
_ Pues el cine. El cine también es un medio de viajar. Un medio más serio que el de los cuentos para niños.
_ ¿Porqué más serio? ¿Porqué es más caro?
_ Otra cosa que me encanta es coger con Nicoló el sábado por la tarde y marcharme a Peña Castillo en Santander, o a Bilbao al cine.
_ En un centro comercial. No me gusta. Prefiero caminar a mi paso, y contemplar el paisaje.
_ No te gusta porque no te lo puedes permitir. Ya te lo digo yo_ insistía la jefa.
_ Un blog, internet son también maneras de viajar_ añadió la clienta. _Ahora la gente presume mucho de lo que viaja, y todo el mundo entiende de viajes. Pero la chiquilla tiene razón. Quizá algunos se cierren en casa durante las vacaciones, y se pongan al tueste para presumir luego. Seguro, seguro, que hay quien lo hace.
_ Hay gente para todo.
_ Si no me diera miedo viajar en avión, tendría un blog.
_ Una joven universitaria, y que nunca ha viajado en avión. A quien se lo digas no te lo cree. ¡Donde esté un avión, que ni te enteras! Y cuando te bajas estás en el otro extremo del mundo. Es una maravilla. _ Explicó la peluquera… Y el secador rula que rula.
El pintauñas emanaba un delicioso olor que emborrachaba el sentido del olfato invitando a confesar todo tipo de confidencias.
_ Pues por eso mismo. Si no te enteras, para qué viajar.
_ ¡Ay hija! ¡No digas tonterías! Si me llegas a ver a mí, hace dos años en La Riviera Maya, haciendo submarinismo. Se te caen los dientes de envidia ¡Y ligando y todo! Que allí hablan el español…
_ Claro que me das envidia Loli. Pero por otras cosas. _ Tienes un niño muy guapo, por ejemplo; Pero, de verdad que no te envidio por lo de viajar como tú viajas. Irte cuanto más lejos sólo porque no quieres que te conozcan. Viajar no es eso. Aquí cerca mismamente, hay lugares muy interesantes, y que no los conocemos._ Comentó discretamente la joven._ Si no me mareara…- porque en el autobús me maréo-. Sólo con decirlo, ya estoy mareada.
_ Las chicas inteligentes suelen ser más sensibles.
_ Inteligente… ¿Qué es ser inteligente? _Interrumpió la peluquera armada de cepillo y secador, algo que le daba cierto aire agresivo. _Tiene una diplomatura, y aquí está: lavando cabezas y barriendo.
Lo que sí que la gente que estudia tanto suele ser más rara. Tampoco le gusta que le corten el pelo. ¿Dónde se ha visto una joven trabajando en una peluquería, y con esa melena hasta la cintura? _ Comentó Loli con un mohín de desprecio.
_ Bien bonito que lo tiene. Y es rubia natural. Lo que usted se morirá por meter la tijera en esos cabellos. _ La clienta se reía.
_ Una mujer antigua parece. _ Insistió la jefa.
_ No le niego que con lo que vale en el mercado una cabellera como el de esta chiquilla le alcanzaría para hacer un buen viaje.
_ Ni tanto ni tan calvo_ El pelo que se vende necesita de un tratamiento muy laborioso para poder conservar su brillo mucho tiempo, y eso es lo que encarece el producto.
_ En cuanto a esta joven, quizá si se hace mirar la vista pueda entonces disfrutar de viajar._ Prosiguió la clienta, ya echa a la cháchara._ Yo también me mareaba mucho.
_ Eso se quita sacándose el carné de conducir_ comentó Loli.
_ ¿Usted?- Preguntó sorprendida Amapola._ Y ¿es viajante?
_ A esta lo que le pasa es que no está acostumbrada._ Interrumpió de nuevo la peluquera.
Y el secador rula que rula, caldeando aún más el ambiente.
Nicoló asomó por la puerta de la trastienda._ ¡Mamá! Tengo hambre y hoy no pienso comer verdura. Quiero un plátano.
_ Pues te comes la granada que te he dejado en la mesa. ¡Cómo vaya para allá!
_ Granada. Una fruta que es muy buena también para la vista, mire._ Comentó Amapola._ También dicen que el jengibre sirve contra el mareo.
_ Nada que no se quite con unas gafas_ sugirió entonces la Señora clienta.
_ ¿Gafas?
_ Sí. A mí me pasaba lo mismo. Toda la vida mareándome hasta que me pusieron las gafas adecuadas. Y ahora me he convertido en una consumada viajera. Hay unas anti mareo. Y si te gusta ver paisajes, la mejor manera es viajando en autocar. Ya hay alguna compañía que las tiene a disposición del viajero.
_ ¡No me diga! No sabía yo eso.
_ Claro que de momento, que yo sepa, solo alguna compañía del extranjero las tiene.
La conversación se centraba ahora entre la clienta y la joven. Loli se dedicaba a esmerarse en la parte más creativa de su trabajo.
_ Los miopes por ejemplo, solemos ser gente fácil de engañar. _ Explicó la viajante._ Yo antes, cuando me mareaba sentía que perdía el control de mi cuerpo y de mi vida. Como si me llevaran, cuando era yo la que quería ir.
_ Entonces ¿De verdad cree usted que lo del mareo puede ser por la vista?
Preguntó curiosa la joven.
_ Eres rarita, rarita. De verdad te lo digo_ interrumpió la jefa de pronto. _Tampoco le gusta que le corten el pelo._ Y lo que todo el mundo sabe es que el pelo tan largo larguísimo chupa energía por otra parte. Y ¿de dónde te crees que chupa esa energía? Pues de la vista. Si es que al final la señora va a tener razón. Pero nada que no se quite con un corte moderno en plan garçon, que es una moda que vuelve, y que le va perfectamente a tu cara. Parecerías todavía más alta.
_ No quiero parecer más alta. Estoy contenta con mi altura.
_ ¡Por favor! Aquí la que me parece que entiende un poco de imagen soy yo, que creo que me dedico a ello.
_ No es de eso de lo que estamos hablando Loli.
Y el secador rula que rula.
_ Mire que se lo digo. “Pareces una mujer antigua con ese pelo hasta la cintura". Además ¿Dónde se ha visto? Trabajando en una peluquería hay que estar más con los tiempos. ¿No le parece?
Y el secador rula que rula.
_ Esta mano ya está.
La muchacha se levantó para cambiarse de lado, y seguir con los otros dedos de la clienta.
_ Bien bonito que tiene el pelo_ dijo la viajante sonriendo. _ Insisto en que quizá lo único que tiene que corregir es su visión.
_ No lo sé. Creo que soy un poco miope, no mucho. _Respondió la joven.
_ Lo suficiente para marearse cuando uno viaja. Y sin embargo, hay ¡tantas vistas para disfrutar cuando uno viaja!
_ Esta lo que quiere, por otra parte, es no gastar. _ Interrumpió Loli.
_ A mí lo que me parece es una chica sensible e inteligente.
_ ¿Lo dice por lo que ha dicho antes de los libros? "Yo viajo mientras leo". Para una pobretona no está nada mal la frase.
_ Lo digo en general.
_ ¿Inteligente? _ Añadió Loli la dueña, torciendo el rictus. _ ¿Qué es ser inteligente? Tiene una diplomatura y aquí está lavando cabezas y barriendo.
_ Eso no tiene nada que ver. Yo tengo una licenciatura en psicología, y aquí estoy vendiendo gafas.
_ ¿Cómo esas que llevaba usted al entrar, y ha puesto en la repisa? _ Preguntó la peluquera, temiendo que la representante le colocara un expositor de semejantes anteojos en el escaparate.
Y con la misma, aplicó el aire frío del secador, ya un poco harta de la conversación y preocupada por que la hora de la comida de su hijo se le venía en cima. Y así cayó en un tremendo mutis, repentinamente distante e igual de helador que el último chorro de la infernal máquina; para acabar ya con el peinado y que la viajante se fuera con viento fresco.
_ Son justamente GAFAS DE VIAJE.
_ ¿Gafas de viaje? _ Preguntó intrigada la joven, la cual, habiendo acabado la manicura, retiraba todos los bártulos.
_ Ven. Pruébate chiquilla. Aquí tengo mi expositor.
Loli echó una mirada de reojo, mientras apagaba el secador, con aptitud de total desconfianza. _ Esto ya está. _Dijo expedita, y añadió_ Son 45 más 15 de las uñas.
La clienta revolvía en su bolso. Y después de alcanzarle a Loli su tarjeta de crédito, sacó como un gran libro, como son los libros de viajes ilustrados, una especie de atlas bastante grueso. Lo abrió, y resulta que era un expositor de gafas de lo más curiosas.
_
A ti ¿cuáles te gustan?
_
Las amarillo pollito.
_ Toma. Póntelas. Las lentes son especiales. Están ya virtualizadas- no es que sean virtuales, no es lo mismo_ especificó la viajante. _ Están hechas de un material especial biónico. Y ellas solas se adaptan y corrigen la visión nada más ponértelas.
_ ¡Qué maravilla! _ exclamó la joven fascinada.
_ Ahora mira para la calle.
La joven diplomada, de cabellera larga y rubia, de cara despejada, puesto que llevaba siempre retirados los cabello con unas trenzas que recogía luego atrás en la nuca; de ojos miopes de gacela, de inocente y clara mirada tan fácil de engañar, de grácil y esbelto cuerpo por lo general encogido, dirigió sus ojos a la acera de enfrente. Se fijó entonces en todos y cada uno de los coches de los vecinos aparcados en la acera de enfrente. Distinguía sus marcas, lo que nunca antes en la vida, y cada detalle. Se fijó también en que hasta las llantas de las ruedas tenían diferentes dibujos dependiendo de si eran Firestone o Michelín. Un mundo nuevo se abría ante sus ojos. A su derecha en la calle perpendicular que atravesaba la de la peluquería había, en la esquina, una agencia de viajes. Y fue entonces cuando Amapola vio por primera vez los extensibles de su escaparate atrayendo su curiosidad hacia destinos en los que nunca había reparado. Las hojas de los árboles de la alameda del fondo parecían agitarse brillantes, lanzando adioses a los distintos pasajeros que partían continuamente hacia lugares desconocidos desde la estación de autobuses tan pegadita a la alameda. En la vida había más colores aparte de los de los esmaltes de uñas, y olores como el del queroseno, y el de la gasolina sin plomo igualmente penetrantes, y que con aquellas gafas en su posesión parecían haber perdido todo su poder disuasorio. De pronto Amapola quería comprobar cuanto antes si era cierto que no se marearía si se subía a un autobús.
_ ¡Que pena! No tengo nada de cambio para dejarle una propina a su ayudante._ Dijo la cliente recogiendo su bolso después de cerrar el expositor de gafas y guardarlo.
_ ¡Amapola chiquilla! Pero...¡Esta se me va!_ exclamó la peluquera.
_ Lo malo de esas gafas mágicas es que te cambian el chip de tal manera. Es algo así como lo que le pasó a aquella niña del cuento de Christian Ándersen, el de Las Zapatillas Rojas.
Loli se quedó de pronto como mirando aterrada a la viajante que se despedía ya._ Me estará usted tomando el pelo. Supongo. ¿Qué le digo yo ahora a su madre? Además es que ni siquiera le ha pagado las gafas. Se ha ido tan encantada con ellas.
_ No se preocupe. Este cuento acaba bien. Empezará a vivir la vida que le ha tocado vivir. Viajará. Creará un blog. Terminará siendo una buena influencer.Tiene nivel para ello. Aquí, en este puesto, quizá estaba desaprovechada. Es una chica culta.
_ Sí. Claro que sí. No digo que no._ Reconoció la jefa bajando la mirada.
_ Pero tenía usted razón en que lo que le faltaba a la muchachita para salir del cascarón era lanzarse, ser más arrojada: Algo así como usted.
Loli la peluquera se ruborizó de pronto recuperando sus coloretes de la infancia, igualitos a los de su hijo._ Ya veo que me tendré que buscar otra chica:_ Musitó.
_ ¡Mamá! Tengo hambre._ Gritó Nicoló asomando su cabeza enfurruñada desde la puerta de la trastienda
_ Oh mire. Aquí tengo un tique para Cabárceno. Y yo no lo voy a usar, porque es para un niño acompañado de un adulto. Yo lo desperdiciaría porque no tengo hijos. ¿Le importa si se lo regalo?
_ No. Para nada.
_ Son regalos que me dan. Soy comercial. Viajo mucho._ Se justificaba la agradable viajante._ Es una casualidad ¿Verdad?
_ Pues sí.
_ ¡Mamá!
_ ¡Ahora voy!_ Respondió Loli._ Bueno Señora. Encantada. Y ya sabes dónde estamos.
_ ¡Hora de cerrar Señora!_ Exclamó el niño interrumpiendo en la despedida.
_ Ten educación Nicoló.
La viajante de las gafas ya se había esfumado.
_ Mamá ¿Sabes quién era esa Señora ?
_ No
_ Pues yo te lo diré. Me recuerda a un hada madrina que vi ayer en la tele.
_ No digas tonterías Nicoló. Las hadas no existen.
_ Si existen. Existen lo mismo que las brujas. ¿No existen las brujas?
_ Para adentro. Venga. Para adentro.
_ ¿Existen o no existen las brujas?
_ Vale. Que sí. ¡No seas pesado!
Loli echó el cierre al negocio. Y mientras cambiaba el menú de verduras de su pequeño por uno más apetecible se preguntó a si misma que si aquella Señora extraña había sido como un hada madrina para Amapola ¿quién era ella?
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